lunes, 6 de junio de 2011

Planetas, planetazos y planetoides

Todos sabemos lo que es un planeta, ¿no? Es una roca redonda que gira en torno a una estrella. ¿Y qué planetas conocemos? Pues los 9 que nos enseñaron en el colegio y que todo el mundo podría repetir de memoria, ¿a que sí?

Bueno, pues en este post vais a ver que a día de hoy, en el año 2011, nada de eso es verdad. En estos momentos el sistema solar tiene:
- 8 planetas,
- y unos 50 “planetas enanos”.
Y además la mayoría de planetas que se conocen, o son gaseosos o son bolas de hielo.

Por hacer un poco de historia, desde la antigüedad se han conocido 5 planetas observables a simple vista desde la Tierra. Con la llegada del Renacimiento, y después de haber quemado en la hoguera a algunos astrónomos con ganas de discutir, se acabó aceptando que la Tierra era un planeta más, con lo que la lista pasó a 6. Durante los siglos del Racionalismo los telescopios ayudaron a descubrir dos planetas más: Urano gracias a un inglés y Neptuno gracias a un alemán ayudado por un francés y un inglés. También se encontraron diversos asteroides, unos 40 o 50 (hoy se conocen miles), flotando entre Marte y Júpiter, lo cual contribuyó durante un tiempo a ampliar la lista de planetas a voluntad. Cuando se pudo medir los tamaños de estos objetos se encontró que eran muy pequeños con respecto a los otros planetas y se creó la categoría de “asteroides” para ellos. En 1930 un estadounidense descubrió Plutón, que fue considerado planeta hasta 2006 y aquí termina la historia. Luego explicaré esa “expulsión”.


Planetas solares y extrasolares

Durante los años 30, 40, 50 y 60 la tecnología no daba para grandes precisiones, pero se pudo determinar que Mercurio se parece mucho a la Luna, que Venus está rodeado de nubes espesas que vuelcan permanentemente una lluvia de ácido sulfúrico, que Marte se parece a los desiertos pedregosos de la Tierra, y que Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno son entre 100 y 1000 veces más grandes y consisten en bolas de gas (hidrógeno, agua, metano, etc.). Más tarde durante la segunda mitad del siglo XX se perfeccionaron los telescopios y se desarrollaron nuevas técnicas fotográficas y de medición de luz con el objeto de mejorar las exploraciones del Universo en general, y de encontrar planetas en otras estrellas en particular.

Costó. Durante mucho tiempo las medidas fueron indirectas, pero finalmente en 1995 se anunció el descubrimiento del primer planeta extrasolar, era un gigante gaseoso más grande que Júpiter y giraba muy cerca de su estrella. Poco tiempo después se encontró el segundo planeta, luego el tercero… Después se inventaron métodos de detección de planetas rocosos del tipo de la Tierra y desde entonces los descubrimientos no han parado. Hoy en día se encuentran entre 20 y 30 planetas no solares por año, y el catálogo tiene ya más de 500 miembros.

¿Y qué aspecto tienen estos planetas? Pues básicamente son parecidos a los que conocemos aquí. Hay que retener un concepto importantísimo que machacaré en futuros posts: el Universo es muy poco variado. Más bien es monótono y a cualquier escala que se mire siempre se encuentran cosas muy parecidas. Las estrellas se parecen unas a otras, las galaxias hacen lo mismo, etc. Y de hecho se conoce un planeta al que coloquialmente se le llama Tierra-2. Mide prácticamente lo mismo que el nuestro, gira en torno a una estrella casi igual que el Sol, etc. ¿Podría estar habitado? Bueno, para el tema de la vida extraterrestre me reservo un post más adelante, pero aquí diré dos cosas: que la búsqueda de vida fuera de la Tierra sirve espléndidamente como excusa de marketing para encontrar financiación científica, y que estadísticamente es prácticamente imposible que haya vida en alguno de los planetas que hemos encontrado. Estadística en mano es más probable que nos toque la lotería todos los días que nos quedan de vida a todos los que estamos leyendo este post. También opino que es difícil que exista más vida en el Universo, aunque el razonamiento lo basaré en otras ideas. #futuropost

¿Y aquí en casa? ¿pueden encontrarse más planetas alrededor del Sol? Pues aquí es donde entra Plutón.


¿Qué le pasa a Pluto?

Plutón fue descubierto como dije antes en 1930 por un americano. Este dato es importante porque explica las reticencias a excluirlo de la lista de planetas. Es el único planeta descubierto por un estadounidense, y en su momento fue una cuestión de orgullo nacional. Walt Disney bautizó como Pluto a su dibujo animado en homenaje al recién descubierto planeta. Y eso a pesar de que ya desde el principio se vio que el recién llegado era mucho más pequeño que sus hermanos (aunque todavía algo más grande que el mayor asteroide), que giraba cruzándose en el camino de Neptuno (como hacen los cometas que cruzan las órbitas de los planetas), y que su composición era de metano y algo de agua, como un cometa.

La verdad es que en aquel año los astrónomos estaban buscando un objeto algo más grande y durante unos días trataron su descubrimiento como algo menor. Pero la publicidad manda y finalmente elevaron al nuevo desconocido al altar de los otros Dioses Romanos.

En 1978 se anunció que el llamado Plutón consistía en realidad en dos bolas de gas helado de tamaños parecidos que giraban una en torno a la otra. La bola más grande siguió conservando en nombre de Plutón y de la pequeña se dijo que era un satélite: Caronte. Esto reducía todavía más el tamaño del planeta, situándolo próximo al tamaño del mayor asteroide Ceres. Años más tarde se terminó de entender la estructura del Sistema Solar aclarando que las rocas están en los planetas cercanos al Sol, terminan en el cinturón de asteroides donde se encuentran las rocas más pequeñas y a partir de allá predominan los gases ligeros que pueden formar bolas calientes (Júpiter, Saturno, etc) o frías (Plutón y cometas). Pero se empezaron a descubrir continuamente bolas de hielo más allá de Neptuno, cada vez más grandes y los astrónomos americanos bloquearon su posición: “No añadiremos más bolas de hielo a la lista de planetas, pero Plutón por tradición debe continuar”. ¿Y si algún día encontramos alguna bola más grande que Plutón? “Ya veremos. Eso todavía no ha llegado”.

Bueno, pues en el año 2003 se encontró una bola de hielo llamada inicialmente Xena en honor a la princesa guerrera. (Sí, los astrónomos no tienen mucho que envidiar a los informáticos y en las frías noches telescópicas también tienen pensamientos). Hoy ese objeto se llama Eris y de momento tiene el récord de tamaño en bolas de hielo. Fue el culpable de una larga discusión cerrada en el año 2006 por una votación en la que prácticamente toda la comunidad astronómica mundial votó en contra de prácticamente toda la comunidad astronómica norteamericana. En esa misma votación se decidió crear la categoría “planeta enano” para todos los asteroides rocosos y bolas de hielo que presenten forma esférica. Esta es la historia. Para que luego hablen del rigor científico...


PS. Al releer descubro que me he olvidado de desterrar otro mito: esos planetas que explotan espontáneamente. Sólo ha sucedido el caso del planeta Krypton y fue en la ciencia ficción. En la vida real los planetas nacen de una nube de polvo junto con sus estrellas y cuando se les apaga el calor interno se convierten en una roca fría, como la Luna o Mercurio. Prosaico.

miércoles, 1 de junio de 2011

¿Influencia astral en el siglo XXI?

Hablarle de astrología a alguien que ha estudiado astronomía es lo mismo que decirle a un informático “Tú sabrás mucho de Word y Excel, ¿no?”. La reacción es la misma en ambos casos: una mezcla ambigua de desprecio y superioridad. Pero como tengo constatado que me leen más informáticos que astrónomos, y que todavía tengo ánimo para defender alguna verdad objetiva, aquí estoy yo con este post, y en cuanto lo leáis os habrá quedado claro que en las carreras universitarias de ciencias te enseñan cosas algo distintas a lo de predecir el futuro.

Voy por partes: las palabras astronomía y astrología se parecen, de acuerdo. Y aunque a los conocedores del tema les provoquen la misma reacción que cuando alguien dice que quiere ponerse el Windows XP en su Mac, hay que respetar y aceptar que no todo el mundo tiene que ser experto en todos los temas, por lo que una confusión de nombres no debe ser motivo de polémica. Pero el problema fundamental es de base. La base del malestar científico es que a fuerza de machacar tópicos se ha extendido el convencimiento de que hay una relación entre lo que sucede en los cielos y muchas explicaciones a las cosas cotidianas. O como te dicen vulgarmente “es que la astrología tiene una base científica”.

Base científica mis c******. La ciencia es una metodología que surgió precisamente de la mano de la astronomía, motivada por interpretar y predecir las estaciones del año, y de paso explicar los fenómenos naturales y nuestra comprensión del mundo. Por el contrario las paraciencias son una explicación del mundo que surgió hace 5.000 años, tan acertada que resulta que el primer día dieron en el clavo, que no han modificado nada desde entonces, y que por lo tanto no necesitan autocrítica. Da igual que la observación diga que las estrellas se mueven en el cielo, y que donde hoy vemos un precioso león (si lo veían los griegos lo tienes que ver tú), dentro de unos cientos de años el dibujo se parecerá a una paella de diseño deconstruida. Da igual. Hoy en día se pueden comprar programas informáticos que calculan la carta astral de alguien que nacerá en el futuro, cuando la constelación de Sagitario haya evolucionado hasta recibir el nombre de Truño o Ñordo Boreal.

“Hombre, es que eres un exagerado, los planetas algo influyen”. Sí, concretamente la influencia gravitatoria de Saturno el día que tú naciste es una milésima menor de la de un pedo que se le escapó a la comadrona. Y la influencia electromagnética ya ni te cuento. “Sí, sí, pero es que hay otras energías y fuerzas”. Vale, perfecto, crees en otras cosas que la ciencia no ha visto. Pues yo respetaré la libertad de creencias, pero deja de decir que te basas en la ciencia, porque la ciencia sólo conoce masas y cargas eléctricas.

“Bueno, pero lo de la Luna no me lo negarás”… Más por partes otra vez. De la Luna siempre te citan estos dos ejemplos: las mareas y la menstruación femenina. Debe ser que no hay más influencia. Ok, adelante:

Las mareas son un fenómeno sencillo que se resume en tres o cuatro frases un poco técnicas: cuando dos cuerpos grandes están próximos, la atracción gravitatoria mutua que se ejercen entre sí es mucho mayor en la cara más cercana que en la más alejada. De este modo se produce una especie de tendencia al estiramiento de cada uno de los dos cuerpos, manifiestamente acusada según la naturaleza viscosa de ellos. En el caso de la Tierra, el Sol al estar tan lejano ejerce prácticamente la misma fuerza de gravedad a un lado y al otro del ecuador, pero no así la Luna, que nos atrae globalmente mucho menos que el Sol, pero cualitativamente mucho más en un extremo de la Tierra que en el otro. Y dado que la Luna es rocosa no podemos apreciar efectos de marea en su superficie, pero sí los apreciamos en la Tierra donde las enormes masas oceánicas se arrastran debido al influjo lunar. Si en la Luna hubiera agua observaríamos el mismo fenómeno de mareas. Y si la Tierra fuera más grande como para ejercer una gravitación brutal sobre la Luna, veríamos fragmentarse las rocas y moverse ofreciéndose hacia la Tierra. Esto sucede en miles de planetas y estrellas conocidos. Quizá dedique otro post a ello.

Pero las fuerzas de marea son importantes solamente porque la Tierra es muy grande. ¿Qué pasa si dejas un vaso de agua encima de la mesa y lo miras con cara de tonto durante 24 horas? Que verás agua estancada y mosquitos. ¿Y si miras una piscina? Jolín, pues lo mismo! Los fenómenos a gran escala se notan en objetos grandes, de miles de kilómetros. Es lo mismo que la consabida leyenda de que “la Luna influye en el momento de la siembra de algunas plantas”. Pues claro, pero esto pasa porque la Luna está removiendo la tierra, y con ella las aguas subterráneas, las corrientes freáticas y los nutrientes. Por eso dependerá el tamaño de tu espárrago de la cercanía lunar: porque la tierra estará más o menos rica en elementos cuando lo plantas. Repito: lo que se ve afectado es la Tierra, y no tu espárrago o tu zanahoria. A la planta no le pasa nada!

“Ya, ya… pero es que las mujeres tienen el período cada 28 días, exactamente lo mismo que el ciclo lunar”… Pues nada, a luchar contra los mitos. A ver, cualquier libro de ginecología os explicará que el período menstrual viene a durar típicamente entre 23 y 35 días, siendo lo más usual unas 4 semanas y estadísticamente estando el valor medio muy cercano a los 29 días. Quizá en la antigüedad tuvo su lógica explicar los fenómenos naturales mediante asociaciones e interacciones mutuas, pero sorprende que nadie se parara a pensar dos objeciones (bueno, igual sí que alguien puso reparos pero sirvió de ofrenda al Dios de la Tontería):
- Primera. Si las mujeres tienen el período cada 4 semanas influido por la luna, ¿qué hacemos con las perras que lo tienen de forma variable cada 5 ó 12 meses? ¿y con las yeguas? ¿Y con las elefantas que lo tienen una vez al año? Claro, tú que crees en lo sobrenatural estás dispuesta a creerte que a una elefanta, que es tan grande que casi podría sufrir fuerzas de marea en su sangre, la Luna no le afecta. Y a ti, que pesas 50 kilos va y te afecta. Pues lo dicho: nos cuesta desterrar mitos.
- Y segunda. Suponiendo que  la Luna sea responsable de las menstruaciones de las hembras humanas, pero no de las monas, chimpancesas u orangutanas, ¿por qué no ejerce la misma influencia sobre todas a la vez? Claro, aquí pienso yo que la naturaleza es sabia, y que si todas las mujeres tuvieran el periodo sincronizado, habría unos días al mes en que los contenedores de basura parecerían una amenaza de destrucción masiva. Pero bueno, igual la explicación simple es que si tú tienes el período hoy y a tu vecina le vendrá la semana que viene, la Luna no tiene demasiado que ver.

“Hombre, es que eres un negativo. ¿No has visto que cuando hay convivencia de varias mujeres tienden a sincronizar sus reglas?” Pues sí, es verdad, pero dirigiéndome una vez más a una lectora que haya aguantado todo este post le pregunto: ¿qué prefieres creer? a) que pasas el verano con tu prima, que la quieres. Y como la quieres acabas empatizando mucho con ella porque el metabolismo es hormonal. O b) que un trozo de roca que flota a 300.000 kilómetros está influyendo en vuestros ovarios para ponerlos mutuamente de acuerdo.

Dejad a la ciencia en paz. Que cada uno crea en lo que quiera creer. Por supuesto que hay fenómenos por terminar de describir adecuadamente, y de hecho ya no he querido extenderme más sobre la influencia de las fases lunares sobre algunas actividades humanas. Desterrar mitos es difícil: ¿quién no conoce alguien que piense que si tienes la regla se te corta la mayonesa? ¿O que si piensas en algo fuertemente se acaba cumpliendo? Pensad lo que queráis, pero no uséis la ciencia ni a favor ni en contra. Y recordad una cosa: lo paranormal es como un truco de magia en el que al descubrir el truco deja de interesarte. Esa misma tendencia es la que os hace rechazar instintivamente las explicaciones racionales. El misterio os fascinará más que la razón. Y quien os deberá explicar el origen de vuestras creencias es un psicólogo, no un astrónomo.